El secreto de la Cibeles partituras

Preludio

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Nº1. Presentación de la Cibeles

Nemesio:
¡Mi padre! ¡La Cibeles!

Aquilino:
¡Maestro! ¡Qué delirio!

Cibeles:
Aquí me tenéis, mortales.
Hasta mi trono han llegado,
y las oí con agrado,
vuestras quejas terrenales.
Si la tierra os es aleve
y a los cielos queréis ir,
podéis al carro subir
para que al Olimpo os lleve,
pues Júpiter, mi señor,
fue por mí condescendiente,
y en admitiros consciente
en su reino encantador.
Huir conmigo podréis
si en ello tenéis empeño,
de este infierno madrileño
en el que tan mal os veis;
y en el cielo comparar
las delicias de la gloria
con la lejana memoria
de lo que vais a dejar.
En un minuto le habremos
dado cima a nuestra empresa,
¡subid, pues, en mi calesa,
y al Olimpo llegaremos!…

Nemesio:
¿Qué es lo que escucho?

Aquilino:
Maestro, pa mí que esto es un sueño de las mil y una noches.

Cibeles:
¡Subid a mi carro y juntos volaremos al Olimpo, mansión de los dioses!

Nemesio:
¡A las tres!
(Suben, dando con el tirapié a un león.)
¡Arre. leoncito !

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Nº2. Las bacantes

Decoración fantástica a todo foro que representa el tupi
de Baco en el Olimpo. Al fondo una gran cascada, que,
por medio de gasas y luces, dé la impresión, de un continuo movimiento. Dos mesas romanas con sus banquetas. Estatuas mitológicas interiormente alumbradas, etc. En pirimer término una bambalina en la que se leerá con grandes letras doradas: «Tupi de Baco».

Al levantarse el telón está amaneciendo. Baco, apoyado en una de las mesas, duerme; las Bacantes velan su sueño. Dentro cantan las Ninfas.

Ninfas:
La luz del nuevo día
comienza a despuntar;
la noche, en su agonía,
las sombras va a rasgar,
de púrpura ya tiñe
la tierra el arrebol,
y al resplandor desciñe
su cabellera el sol.

Baco:
(Que habrá despertado al iniciarse el canto de las Ninfas y en actitud de adorar al sol que nace.)
A Febo saludemos,
y todos en su honor
con devoción alcemos
las copas del licor.
(Las Bacantes escancian vino en sus copas y se disponen a brindar,)
Bebamos el vino de Febo en honor,
y así será dulce nuestro despertar,
pues dando a los cuerpos mágico calor,
divinos placeres nos hace gozar.
¡Brindad!
¡Brindad!
y el espumoso licor
con fe libad
del nuevo día en honor.

Bacantes:
¡Brindad!
¡Brindad!
y el espumoso licor
con fe libad
del nuevo día en honor.

Ninfas:
(Dentro)
La luz del nuevo día
comienza a despuntar, etc

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Nº3. Los kirikis del amor

Kirikis:
Amor, yo quiero pronto ser mujer,
y así sentir tu fuego abrasador
y sueño con las dichas del querer
mientras mis mejillas enciende el rubor.

Kiriki 1:
Yo no sé lo que es el amor,
y a mamá se lo pregunté,
y mirándome con furor,
me dijo: ¿Y a usté, qué?
me dijo: ¿Y a usté, qué?
Pero luego fui a visitar
con mis padres al primo Luis,
y, en secreto, a preguntar
qué es el amor volví,
qué es el amor volví…
[Recitado.) Y el primito, que es un teniente de húsares, con más humos que la Fábrica del gas, me miró picarescamente, y atusándose los bigotes con una mano y enderezando el sable con la otra para asustarme, me respondió:
Kiriki, kiriki,
lindo muñeco encantador,
no me pidas esas cosas, por favor;
kiriki, kiriki,
mira que, aunque pequeño, eres
un demonio tentador.

Todas:
Kiriki, kiriki, etc…

Kiriki 1:
Mi mamá me dijo anteayer
que a París un niño encargó,
y al momento quise tener
un niño también yo…
un niño también yo…
No sabiendo cómo pedir
el chiquillo, sin vacilar,
en seguida me decidí
por irlo a preguntar,
por irlo a preguntar.
{Recitado) Y fui y se lo dije al novio de mi hermana. El, un poco sorprendido, me preguntó que cuántos años tenía; yo le respondí que cuántos me echaba, y como me dijo que lo menos quince, tuve que enfadarme y todo y le repuse: ¡Qué exagerao; quince son muchos! Y entonces me contestó como todo el mundo
Kirikiy kiriki, etc.

Todas:
Kirikiy kiriki, etc.

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Nº4. La siesta

Siesta:
Un neguito en una hamaca se acostó
porque era la hora de siesta,
y una nega del bohío que lo vio,
debajito de él se acuesta.
Se cae la hamaca,
se escucha un ruío
la nega chiya,
pero el neguito,
como ensimita de eya cayó
de esta manera le habló:
lAy!
Si quieres dormí la siesta,
te tienes que abandoná
en braso de este neguito,
lay!,
pa que te arruye con suavidá.

Nemesio y Aquilino:
¡Cualquiera duerme la siesta
con una señora así,
a no ser un asaura,
¡ay!,
como su esposo, qu’está gilí.

Siesta:
Una nega que quería presumí,
se echó un novio guachindango,
y la nega, su conquista por lusí
va siempre con el sanguango,
Y no trabaja
jamás la nega,
pues sólo qiuiere
dormí la siesta,
porque el neguito, si va a dormí,
al punto la dise así:
Si quieres dormir la siesta, etc.

Nemesio y Aquilino:
¡Cualquiera duerme la siesta!, etc.

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Nº5. Himno a Júpiter

(A los acordes de un himno triunfal entran en escena, los Heraldos del dios; tras ellos, dos pajes, que llevan los atributos reales, e inmediatamente Júpiter, arrellanado en suntuoso palanquín que
llevan a hombros cuatro esclavos, y al que siguen dos negros con largos abanicos de blancas plumas, pajes, esclavas, guerreros, etc… Dejan el palanquín a un lado de la escena, en primer término, y forman cuadro.)

Baco:
A Júpiter Tonante
debemos, con unción,
dar prueba en este instante
de nuestra sumisión.
¡Rendidle vasallaje
al dios reverenciad:,
y luego, en su homenaje,
la fiesta preparad!

Júpiter:
Gracias a todos
por la atención.;
yo hablar no puedo
de la emoción,
hazles presente
mi gratitud,
querido Baco,
¡por tu salud!

Baco:
Todos con fe al dios aclamad,
gritad: ique viva su majestad!

Todos:
Que viva etenamente,
dictándonos su ley
el dios omnipotente,
que del Olimpo es rey.
Gozosos preparemos
alegre festival.
y todos honraremos
al numen celestial.

(Hablado sobre la orquesta)

Aquilino:
¿Vosotros seréis los madrileños que trajo mi madre la Cibeles?

Nemesio:
¡Ay, su madre!

Júpiter:
Hicisteis bien en venir. Aunque no he estado nunca allá, estoy seguro de que Madrid no puede compararse mi remótamente con el cielo.

Nemesio:
¡EhI Poco a poco…
En Madrid es la vida bastante cara,
y muchos la aborrecen por mil razones;
poro ya no es tan mala, si se repara
en la vida que llevan los ricachones.
Pero, a pesar de todo, la chirigota
es en Madrí el pan nuestro de cada día,
y es natural que ocurra, pues bien se nota
que el caudal de los pobres es la alegría.
Y la reina del pueblo, chula y morena,
hija de los chisperos de Embajadores,
que se adorna con ramas de hierbabuena,
envuelta en el «Manila» va, a la verbena
despreciando lisonjas de los señores.
Y su novio, Que es joven y pinturero,
y que sabe quererla como merece,
no tié envidia al mirarla del mundo entero
aunque ande de cabeza como el primero
por conseguir retratos de Alfonso trece.
Y es que no hay otra tierra como la mía.
¡Ni el cielo, con ser cielo, pué compararse!
Porque hay sol, hay mujeres, hay alegría,
y aunque falte el pan muestro de cada día,
siempre tié uno otra cosa pa consolarse.

Júpiter:
Ardiendo estoy en deseo
de ver esa maravilla,
pues por lo que dices veo
que en el cielo, según creo,
se está peor que en la Villa.
Mas antes ide visitair
con vosotros a Madrid
es preciso presenciar
la fiesta que preparar
mandó Baco para mí.
(Júpiter hace una seña, y vuelve al palanquín. Por escotillón aparece Terpsícore, diosa del baile.)

Terpsícore:
Tus órdenies, ¡oh, Júpiter divino!,
acato reverente, y en seguida
tu egregia voluntad será cumplida.
¡Admira, majestad, el baile chino!
(Da dos golpes de tam tam, se apaga la luz y la escena queda iluminada por un reflector de arco voltaico.)

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Nº6. Las forjadores del amor

Forjadora 1.
De oro puro,
chiquitita,
es la flecha
del Amor;
como bala
menudita,
que abre brecha
sin dolor.
Por el aire
va volando
y buscando
dónde herir,
y en un pecho palpitainte
se refugia sin sentir.

Todas:
Flecha mensajera del amor,
dame tu veneno enervador,
hiere en mi seno sin tardar,
porque así al momento
gozaré el tormento
y el placer de amar.

Forjadora 1:
En el arco
del dios niño
la saeta
brillará
con las alas
del cariño,
siemipre iniquieta,
volará,
alentando
la quimera
prisionera
del querer,
y al herimos con fiereza
nos inunda de placer.

Todas:
Flecha mensajera del amor, etc.

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Nº7. Los bolcheviques

Bolchevique 1:
Soy más feroz que un chacal,
por donde paso soy fatal,
y tanto yo destruí
que me confunden con la «grip…»
Matar es mi profesión,
pues tengo sed de destrucción,
y si yo »l’echao»
e] ojo a un burgués.
un tanque a mi »lao»
es un buscapiés.
!Brrr!
Bolchevique, vique, viqute,
fiero y fuerte,
no le temo ni a la madre de la muerte
¡Que ninguno me replique!,
porque a mí no hay quien me achique.
Y aunque sólo «pa» mí salgan cien…
¡No hay quién!

Todos:
¡Que ninguno me replique!, etc…

Bolchevique 1:
Fue mi capricho anteayer
de un rico sesos el comer,
y al primer socio que vi
de un golpe el cráneo le partí.
Mas un gran chasco llevé,
porque serrín solo encontré,
y tal decepción
fue muy natural,
pues aquel señor
era un concejal.
¡Brrr!…
Bolchevique, vique, vique, etc.

Todos:
¡Que ninguno me replique!, etc…

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Nº7bis. Orquesta sola

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Nº8. El cuplé de Dominico de la Raquel

Raquel:
Dominico es un buen chico,
que ha de ser seminarista.
Dominico tiene vista.
Pero al pobre Dominico
le entusiasman las mujeres
y no cumple sus deberes;
mas es corta su fortuna,
y ellas dicen con pesar
que no tiene lo bastante
para poderse casar.
Y la gente al pasar
si le ve por ahí,
con afán singular,
le acostumbra a decir,
¡Dominico! ¡Dominico!
No te sientas belicoso.
¡Dominico! ¡Dominico!
Que te vas a llevar mico,
y en lugar de hacer «el oso»,
¡hazte fraile, Dominico!
Dominico, al fin, resuelto,
ya los hábitos ha ahorcado.
Dominico se ha casado
y, como él es carpintero,
que es labor bastante ruda,
ella, dicen, que le ayuda.
Si una cosa ha de pegarse
y él la cola va a coger,
para que no se moleste,
se la pega su mujer.
Y la gente al pasar, etc.

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Nº9. El alma madrileña

(Al empezar a cantar El Alma madrileña salen por distintos lados todas las señoras disponibles, ataviadas como se indica en otro lugar.)

El Alma de Madrid:
Menudita y pinturera,
maja, chulapa y manola,
soy la reina verdadera
de la gracia española.
Y al mirar mi airoso talle
y mis ojos tan ladrones,
si me encuentran en la calle
me dicen los señorones:

Todas:
Madrileña, ten cuidado,
que en los flecos del mantón
prisionero te has llevado,
sin querer, mi corazón.
Pero no les hago caso,
y, riendo, aprieto el paso,
orgullosa de mi garbo,
que despierta tal pasión.

El Alma de Madrid:
Mas los usías
se van tras de mí,
y con orgullo
les digo yo así:
Al único que yo quiero,
es un chulapo castizo,
gallardo y muy postinero,
que conocí en Amaniel,
y no vi jamás nadie como él.

Todas:
¡Chulapón!

El Alma de Madrid:
¡Tus ojos me dan la muerte!

Todas:
¡Resalao!

El Alma de Madrid:
¡Tu charla me vuelve loca!

Todas:
iSo ladrón!

El Alma de Madrid:
¡No puedo vivir sin verte!

Todas:
¡A tu lao!

El Alma de Madrid:
¡Me siento capaz de to,
hasta de matar sólo por tu amor!;
y verás
que en Madrí, las mujeres,
al hombre que quieren,
el alma le dan.

Todas:
¡Y verás
que en Madrí, las mujcires,
al hombre que quieren,
el alma le dan.
¡De verdad!

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Apoteosis. ¡Viva Madrid!

La Cibeles vista de frente desde la calle de Alcalá; la diosa ha tomado asiento en su calesa situada delante de un telón que representa la Casa de Correos, el palacio de Murga y en perspectiva la calle de Alcalá, es de noche, iluminación en las ventanas y en la calle. Efecto de luz que haga resaltar la calesa de la diosa. Todos los personajes de la obra.

El Alma de Madrid:
Antes solían decir
todos: ¡De Madrid; al cielo!
Mas ahora, con anhelo,
gritan: ¡Del cielo a Madrid!
¡Viva Madrid!

Todos:
¡Viva!

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