La reina del directorio partituras

Nº1. Cuplés de Bisoñé

Todos:
Amenízanos la cena,
ciudadano Bisoñe,
admirable gacetilla
que nos cuenta cuanto ve.
Peluquero de las damas,
como gozas su favor,
tú sabrás, seguramente,
mucho más que el «Monitor».

Unos:
Cuéntanos.

Otros:
Bisoñé.

Todos:
¿Qué se dice por París?

Bisoñé:
Pues se dice que la moda va a ponernos en un tris,
de dejar al descubierto todo lo que no se ve.
Se cuenta…, se comenta…,
y lo que no se sabe, se inventa.

I

Hoy día las damas, con el pelo corto,
me dejan absorto y no sé qué hacer.
Pues llevan los hombres melena rizada
y, en cambio, pelada se ve a la mujer,
y ante un matrimonio yo exclamo corrido :
¿Mujer o marido? ¿Qué puede este ser?

Todos:
Ten cuidado, Bisoñé.

Bisoñé:
La vida es así un purgatorio.

Todos:
Si un esbirro aquí te ve.

Bisoñé:
¡Mecachis con el Directorio!
Es toda la moda de un gusto infernal,
y es poco vestido y es mucho enseñar.
Cuidado, sigilo,
no griten, que ya estoy en vilo.
Por menos un día
llenaban la conserjería.

II

Es hoy el divorcio la moda de Francia,
yes gran elegancia romper una unión
y alguna señora, pidió en media hora,
de cuatro maridos la separación.
Yo tengo un cliente que pasa las negras,
pues ya con negras formó un batallón.

Todos:
Ten cuidado, Bisoñé, etc..

Bisoñé:
Cuidado, sigilo,
no griten, que ya estoy en vilo.
Por menos un día
llenaban la conserjería.

Todos:
Pues ve con cuidado, que estás señalado,
y por descarado se va a la prisión.

Bisoñé:
¿Yo preso?

Todos:
Tú preso; por eso, ¡chitón!

Nº2. Flor del pueblo

Ellos:
Flor del pueblo, encendida amapola,
de tus labios es rojo el color.
Tu belleza parece española,
y tu pelo es de rayos de sol.

Carlota:
Déjense de flores, que yo soy muy llana,
y es mucha finura para una aldeana,
yo, aunque me reciban con esa etiqueta,
no suelto la cofia ni la pañoleta.

Ellos:
Del jardín encantado de Francia,
eres flor que soñé cultivar.
Eres rosa de suave fragancia,
que de amores nos hace soñar.

Carlota:
Como soy bordelesa,
como soy del Midí,
en la corte francesa
la gente traviesa
se ríe de mí.
Yo quisiera ser fina,
como la parisién,
pero soy girondina,
como ustedes me ven.
En mi tierra aprendí
a reír y a cantar.
Bordelesa nací,
sólo sé vendimiar
uvas como un rubí,
que hacen luego soñar.
Como soy bordelesa,
como soy de Bordó,
mi marido confiesa,
si ardiente me besa,
que se emborrachó.

Todos:
¡Ay, gentil bordelesa!… No te quiero mirar,
que tus labios de fresa, son dulce promesa,
que invita a besar.

Carlota:
Del tamboril, al dulce son,
danza la aldeana entre vides de oro y grana
Y en su latir, el corazón,
sigue el tamboril, mientras entona su canción.
El trigo en el molino ha de acabar,
las uvas en el fondo del lagar,
y la mujer con un querer,
acaba siempre por caer.

Todos:
El trigo en el molino ha de acabar,
las uvas en el fondo del lagar.

Carlota:
y la mujer con un querer,
acaba siempre por caer.


Nº3. Escena y dúo ligero

Carlota:
El otro dueño nos decía:
«Antes venía a este figón
un tenientillo de Artillería,
que se llamaba Napoleón.
Un día vino sin dinero,
y en el momento de pagar,
dio como prenda su sombrero,
porque era poco de fiar.»
Y al entregarlo,
le dijo así:
«Este sombrero
que yo te di,
buen figonero,
guárdele aquí.
Si me lo pierdes,
¡pobre de ti… !
Soy un oficial y me has de ver de mariscal,
porque en mi nación sabré poner el ideal
para vencer.
Mucha atención. Dueño del figón,
¡que éste es el sombrero
de Napoleón!

Todos:
Soy, etc…

Michel:
Buenas noches, ciudadanos.
Salud a todos.

Carlota:
Michel…

Durand:
¿Qué emoción!

Bisoñé:
¡Cómo le mira!

Durand:
Ha temblado al llegar él…

Michel:
Buenas noches, ciudadanos (Cuadrándose.),
a la orden, coronel.
Pero quiero, gentil Carlota,
completar vuestra narración
refiriendo una nueva historia
del sombrero de Napoleón.

Carlota:
¿De deudas, tal vez?

Michel:
¡De noble valor!

Cuando de Arcola en la batalla
hubo un instante de temor,
desafiando la metralla
supo probarnos su valor.
En la victoria fue el primero,
y cuando yo tras él llegué…
en las dos alas del sombrero
diez agujeros le conté…
Firme el saludo
de honor rendí…,
cuando a mi lado
pasar le vi.
Y su sombrero
luego cogí,
y a mis soldados
les dije así:
«Ese general, que en la batalla es un león,
fama universal dará algún día a su nación,
y ha de vencer.»
¡El escuadrón
rinda admiración,
que éste es el sombrero
de Napoleón!

Todos:
Ese, etc…


Nº4. Teresa y seis policías – septiminio

Policías:
Entrad sin ruido,
con gran cautela,
que la misión hay que cumplir
y el tiempo vuela.
Nos lo ordenaron
los superiores,
y es necesario descubrir
conspiradores
en el restaurant.

Carlota:
Pasad aprisa,
que no se os niega,
pero empezad a registrar
por la bodega.

Tres policias:
Bajad vosotros,
y olfato fino.

Carlota:
Entrad ahí,
mientras termino el chantiily.
(Entran tres en lateral derecha.)
Chantiily, chantiily,
crema de la crema.
Es la clara
sin la yema.
Esperad, esperad
que es su punto así… (Alza la cuchara.)

Policías:
jAy, qué rico chantiily!

Carlota:
Pruébenlo. Pruébenlo. Pruébenlo,
que ninguna lo hará igual que yo.
El batido, muy seguido,
pues se espesa y se corta si no.

Policías:
¡Para mí ! ¡Para mí ! ¡Para mí!
con tus manos hacerlo te vi,
y a tu esposo…, si es goloso,
ya me explico que le guste el chantiily.

Los tres policias:
(Alegres. Salen del lateral.)
De la bodega
ya sé el camino. (Aparte a los otros.)
(Y oye, en secreto,
cuando bajes prueba el vino.)

Los otros:
¿Es delicioso?

Los tres policías:
¡Es ambrosía!
¡sólo probarlo, te rebosa la alegría!

Los otros:
No me digas más.
Los dos toneles
son de primera
y agárrate que si no ruedas la escalera.
Bajemos pronto
que espera el vino.

Carlota:
Entrad ahí,
mientras termino
el chantiily.
Chantiily, chantiily,
crema de la crema
es la clara
sin la yema.
etc., etc.

Policías:
Ya he comprendido
que aquí no hay nada.
Ya hemos cumplido
la obligación sagrada.
¡Hostelera! ¿Quién pudiera?…

Carlota:
¡Está visto que les gusta el chantilly!

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Nº 5. Dúo del reloj

Teresa:
Tan aprisa el tiempo pasa,
que su cena terminó;
para retenerle en casa
voy a atrasar el reloj.

Michel:
Diez minutos, veinte, treinta..,,
inocente es el ardid,
pero amor es quien lo inventa,
y amor siempre da en el quid.

Teresa:
¡Ah!

Michel:
¿Qué es eso?i ¡La traidora
hizo al cuadrante mentir.
Pero yo soy juez ahora
y el castigo va a sufrir.

Teresa:
¡No! ¡No!… ¡Perdón!

Michel:
¡No hay piedad ni compasión!

Teresa:
¡Mi delito le confieso!,
y el castigo sufriré…

Michel:
El castigo que hay por eso…
Es un beso…

Teresa:
Démele… (Beso.)
Amor mío… Suélteme.

Michel:
En el sueño de mi vida
ya llegó el amanecer.
¡Serás mía!

Teresa:
¡No puedo!

Michel:
¿No me quieres?

Teresa:
¡Tengo miedo!

Michel:
¿Por qué tiemblas, si te espera
del amor la primavera?

Teresa:
¡Ah ! Girondina,
soy leal para el que quiero,
si en amores me adivina..
Girondina,
y si un día en su alma clavan
hondos celos una espina,
yo quisiera
arrancar con mi ternura
esa espina traicionera.
Esa espina…, como en la divina frente
la arrancó la golondrina.

Michel:
Sígueme, golondrina,
que no sabes lo que te adoro,
para escalar el cielo
tiene amor unas alas de oro.
Libres son cíelo y mar,
para poder volar.
¡Ah!… Girondina,
que ha venido de otras tierras,
como alegre golondrina.

Teresa:
Volar, como la golondrina.

Michel:
Girondina.
El amor que yo soñaba
en tus ojos se adivina.
Yo te pido,
que me ayudes, golondrina,
para hacer los dos el nido.
Girondina,
que ha venido de otras tierras,
como alegre golondrina.

Teresa:
¡Quién fuese golondrina
y pudiera al azul volar!


Nº 6. Quinteto cómico en tiempo de pavana

Michel:
¡Venganza! ¡A muerte el traidor!
A barrer a la roja canalla,
a barrerla con fuego y metralla
hasta verla caer a nuestros pies,
por el honor del pueblo francés!

Todos:
¡A barrer a la roja canalla,
a barrerla con fuego y metralla
hasta verla caer a nuestros pies,
por el honor del pueblo francés!


Nº7. Preludio orquestal


Nº 8. Couplets de Boncoeur

Boncoeur:
Es París una hermosa ciudad.
¡Tres charmant! ¡Tres jolié!!
Y es el Sena una preciosidad,
y es un lujo que asombra el de aquí.
Todo es correr, ir y volver,
y sans facón en la mujer.

Jefe 1:
Pero es que otro París
igual no habéis de hallar.
Pensad lo que decís.

Boncoeur:
¿París? ¿París?

Jefe 1:
¡Como él no hay dos!

Boncoeur:
Pues aún así. ¡Con Dios!…

Una dama me dijo al pasar:
«Mon petit… Mon bebé,
tu figura me gusta a rabiar,
y si quieres, me divorciaré.»
Pardón, madam, la dije yo.
Soy padre ya, que es lo peor.

Jefe 1:
Pues yo, en vuestro lugar,
le hubiese dado el sí,
por no desperdiciar…

Boncoeur:
Pero y ¿después?

Jefe 1:
Después, los dos…

Boncoeur:
¿Qué dice usted? ¡Con Dios!

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Nº 9. Parlato de Teresa y Fouché

Teresa:
Ciudadano, ¿qué queréis
de mí?

Fouché:
Saber la verdad
de cuanto ha ocurrido… Hablad.
(Reparando en ella.) ¿Eh?… Pero… (Asaltado
por una duda.)

Legarsón:
¿Que pretendéis?

Fouché:
Esa cofia…, permitid.
(Haciendo ademán de que se la quite.)

Teresa:
(Aparte.) (¡Fouché! ¡Me ha reconocido!)

Fouché:
FOU, ¿Y es ésta quien ha podido
burlar a todos?… ¡Decid!
¿Y es Carlota Chatillon?
¡ Torpes! Miráis y no veis.
¿Pero no reconocéis
a la que fué admiración
de París? ¿A la que toda
Francia rindió pleitesía?
¿A la que Tallien, el día
del Thermidor, puso en moda?
Teresa… Es tonto fingir…

Teresa:
Decís bien, Fouché… No niego
la verdad, pero me entrego
a vuestra amistad. ¿He de ir
a la prisión?

Fouché:
No . ¡jamás!
Al gran mundo, a ser la dama
que dio a París honra y fama,
como esposa de Barras,
A triunfar en los salones
con las toilettes más brillantes;
a rendir a los amantes,
a desatar las pasiones.

Teresa:
¿Y el luto?

Fouché:
París, cansado
del terror, busca el placer.
París ama a la mujer
que como vos ha triunfado.
Pero sin tocas de viuda;
Francia hoy al dolor desprecia.
Vestid, al modo de Grecia,
mejor, cuanto más desnuda.
Son tantos vuestros encantos
que es velarlos un error…
París piensa en el amor
y está cansado de llantos,
porque quiere amar aprisa ;
y hoy, en sus fiestas brillantes,
aunque le sobren diamantes,
le falta vuestra sonrisa.

Teresa:
(¿Qué intenta?)

Fouché:
(Aparte a Legarson.) Oid, Legarson
vigilad a esta mujer.
Por ella quiero saber
toda la conspiración;
que un agente de confianza
viva siempre al lado de ella,
siendo criado, doncella,
pareja en la contradanza;
que avisado y oportuno
vea a quién habla, a quién mira,
y ante quién ríe o suspira,
sin que pierda gesto alguno.

Legarson:
¡Le tengo!

Fouché:
(A Teresa.) Y ahora he de ser
guía en vuestra diversión.
Hoy da en su casa reunión
vuestra amiga Recamier.
Fiesta brillante, sin par,
que honrará todo París.

Teresa:
Y con eso, ¿qué decís?

Fouché:
Que vos no podéis faltar.

Teresa:
¡No iré!

Fouché:
¿Tal vez os desdora?

Teresa:
Divertirme no me es grato.

Fouché:
No es un ruego, es un mandato. (Amable y enérgico.)
Beso vuestros pies, señora. (Mutis.)

Teresa:
Madame Recamier… ¿y quién
me obliga a que acuda allí?…

Legarson:
Os llevará desde aquí
un policía…

Teresa:
Está bien.
(A Boncoeur que sale.)
¿Terminó vuestra misión,
Boncoeur?

Boncoeur:
(Satisjecho.) Todo está acabado.

Legarson:
¿Y qué tal? ¿Hemos triunfado?

Boncoeur:
¡Sé cumplir mi obligación!

Legarson:
De acuerdo con vuestra fama,
os ruego ahora…

Boncoeur:
¿Qué queréis?

Legarson:
Deseo que acompañéis
de día y noche a esta dama.
Si alguien le habla, estad en todo;
vigilad, ya lo sabéis,
Boncoeur. ¡Y no la dejéis
sola !

Boncoeur:
(A Teresa.)
¿Yo? De ningún modo.
Carlota… Este gran honor
me dispensan… Desde ahora
siempre iré con vos, señora,
como humilde preceptor.

Teresa:
(Desdeñosa.) ¡Brava misión!

Boncoeur:
(Ingenuo.) La cumplí
muchas veces, y no es nada.
Una oveja descarriada…
¡ Volverá al redil!

Teresa:
(Burlona.) ¡Ahí, ¿sí?
Os agrada, por lo visto,..
No sabéis lo que soy yo.
Sudaréis.

Boncoeur:
Más padeció
por nosotros Jesucristo.

Teresa:
Iremos a la reunión…
de madame Recamier,
y después…

Boncoeur:
Hasta más ver,
ciudadano Legarson. (Saluda y hace mutis con Teresa.)


Nº 10. Romanza de Michel

Michel:
Que olvide su querer,
me ordena el general,
porque no acierta a comprender
que sin amor de esa mujer
el vivir y el morir, es igual…
Que olvide su querer,
me ordena el general…
Y eso es robarle al sol sus rayos,
sus flores al rosal.
Cara a cara con la suerte
en diez batallas me vi.
Me citó a duelo la muerte,
y sin temor acudí…
¡Lo ordena el superior!
Pero no ha de vencer,
que puede más mi amor…
Yo por ti viví,
soñé, sufrí,
y al despertar,
tus ojos vi,
y en su mirar,
mi amor rendí;
si no vencí
no fué temor,
que es un honor
morir por, ti.


Nº 11. Canción española – seguidilla

Teresa:
Tejió Valencia mi cuna
con blancas flores de azahar,
plateados rayos de luna
y encajes de olas del mar.
De albaes el canto moro
mi sueño vino a mecer,
y de jazmín y naranjas de oro
la huerta me hizo un dosel…
¡Tejió Valencia mi cuna
y nunca lo olvidaré !
Y aunque a Francia he servido un día,
al hacer la revolución,
si naciera otra vez, sería
española de corazón.
Si a París di mi amor entero
mi país no olvidé jamás,
y hoy, que estoy en el extranjero,
a mi España quiero
cada día más. ¡Ah!
De España se ha prendado el sol
y el suelo español
llena de jardines y vergeles.
España pone en la mujer,
cuando va a nacer,
un terrón de sal y unos claveles.
Es rubia, cuando en un trigal brilla el sol.
Morena, porque lo moreno hizo Dios…
España, noble en el sentir;
grande, al perdonar,
no quiero morir
sin irte a besar !

Todos:
De España, etc., etc.

Teresa:
España… Mi España,
¡qué lejos está!

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Nº12. Dúo de Teresa y Michel

Michel:
¡No acabó vuestra fiesta !
¡Falta aún la canción
de una dama coqueta
que vendió el corazón!

Teresa:
No olvidéis, caballero,
que de honor el deber
es callar, lo primero,
si se amó a una mujer.

Michel:
Mujer que me traicionó,
gozando al hacer sufrir…,
y que de mí… se reía,
porque es maestra en mentir.

Teresa:
(Se adelanta fingiendo serenidad, y canta con dolorosa ironía.)
¡Mujer que sintió el dolor
de no hacerse comprender,
y que, por ser mujer…,
esclava fue de su amor!

Michel:
¡Hablad, Teresa!

Teresa:
¡No quiero!

Michel:
¡Explicad…!

Teresa:
Dejadme sola.

Michel:
Me retiro…

Teresa:
¡Lo prefiero

Michel:
¡Sois altiva!

Teresa:
¡Caballero…!
¡Algo más ! ¡Soy española!
(Los invitados inician lentamente el mutis, mirando a Teresa; luego se detienen.)

Michel:
iQué sola, por no perdonar y por no olvidar,
queda con su orgullo la española!

Coro:
¡Qué sola, y por no ceder, pierde su querer,
cómo se deshoja una amapola!…

Teresa:
¡Mi orgullo de española no cederá,
que España siempre ha de triunfar donde va!

Todos:
¡España, sabe perdonar,
sin manchar su honor,
a quien, al pecar,
lo hizo por amor!
(Teresa y Michel se miran, frente a frente, con aire de reto.)


Nº 13. Introducción y escena

Josefina:
De la Malmaisón, el jardín
lleno está de rosas y de jazmín.

Durand:
(Explicando sobre el mapa.)
Tomamos posiciones,
rompió el cañón el fuego
y con los dragones
el frente ataqué.

Josefina:
(Acercándose.)
Dejad las discusiones,
que sobra tiempo luego,
y hay rosas hermosas
que yo os cortaré.

Teresa:
Mejor que cortar rosas
oiremos tus canciones,
que son maravillosas
del arpa a los sones.
Háznoslas oír.

Todos:
Con tu canción haces sentir
esa emoción amable de vivir.

Josefina:
Cuando el sol apunta, cuando nace el día,
bajo a los jardines para pasear.
Sus luces de nácar, el cielo me envía,
perfumes de flores, la brisa al pasar.
Según mi costumbre, salí hoy de mañana,
y en una alameda sombría encontré
la noble silueta de una pobre anciana.
Temblaba de miedo, yo la acaricié;
aquella caricia la agradeció tanto…;
con una leyenda la quiso pagar.
Dice que estas rosas se riegan con llanto
de mujer… Y dice… La voy a contar.

Porque perdió sus ilusiones
en da divina Malmaisón,
un hombre, herido de traiciones,
sobre ella echó la maldición.
De que estas rosas a las bellas
de amores vean padecer,
y este rocío que hay en ellas
sea de llanto de mujer.
Beben lágrimas de las hermosas
estas rosas de la Malmaisón.
Sin llorar, sin sufrir, no se pueden abrir;
sin pesar de mujer nunca pueden florecer.
De mujeres que lloran olvidos
el palacio refugio será:
ver llorar, perdonar y olvidar…
Es la gran maldición
que tienen estas rosas de la Malmaisón.
Y en las noches de la pálida luna
yo adivino su agudo dolor
al querer revivir un amor.
¡Ah! Un amor que fué un día traidor.

Todos:
Porque perdió sus ilusiones
en la divina Malmaisón.

Josefina:
Un hombre, herido de traiciones,
sobre ella echó su maldición.
Por la noche se cuentan las rosas
en secreto sus penas de amor.
«¿Quién será? ¿Quién será la que aquí penará?
¿Quién será, quién será la que olvidos llorará?»
Y asegura la triste leyenda
que dos reinas, por un gran dolor,
al venir no podrán olvidar. ¡Ah!
Olvidar un pesar de su amor.

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Nº 14. Dúo Michel y Teresa

Michel:
Mi honor de soldado
me impone deberes.

Teresa:
De amor lloran siempre
las pobres mujeres.
Buscaba el olvido haciéndome fuerte,
pero hoy que has vencido
no quiero perderte ni verte morir.

Michel:
Soy joven y fuerte.
No sientas temores.

Teresa:
Mi amor va a perderte
pensando ofrecerte
camino de flores.

Michel:
Aquel día
te llamaba golondrina,
y que huyeras te decía.
No pensaba
que tu amor me pediría
lo que entonces me negaba.

Teresa:
Huiremos a España,
la tierra del sol.
Su luz buscaremos
por vernos mejor.

Michel:
Huiremos, si triunfo,
llevando mi honor.

Teresa:
¡Ah!… Te quiero;
que lo sepa el mundo entero…
Te quiero… Como no soñé querer…
Daría media vida por un día
de llamarme tu mujer, y ser
tu amor; y jurar,
ese amor, ante Dios, en su altar.

Michel:
Te quiero, y, por eso, con mi acero,
yo espero abrir paso a nuestro amor.
Si muero… no me olvides… que tu olvido
es mi más cruel dolor.

Teresa:
No te olvides de mi amor.
Te quiero, no me olvides por favor.

Michel:
Que quiero abrir
paso a nuestro amor.


Nº15. Marcha

Todos:
Son los soldados.
Van de glorias en pos.
La patria llora
al decirles adiós…
marchan valientes
a combatir.
¡Los que van a vencer!
¡Los que van a morir…!
A combatir.
a morir, si está el honor en morir;
a luchar y no ceder ni caer.
A correr tras la victoria
por la patria y por la gloria,
por mandato del honor
y el deber.

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