La remolino partituras

Nº 1. Cuplé de Casimiro

Una buhardilla pobrísimamente amueblada. Puerta de entrada en el lateral izquierda. Ventana con cristaleras en el foro y puerta a la derecha, que simula dar acceso a otra habitación.
Hay en escena un catre de tijera, con un colchón flácido; una mesa, una cómoda, que hace las veces de aparador; un baúl viejo, varias sillas, y colgados de la pared un cabestrillo de latón, dos muletas de diversas hechuras y una bandurria vieja. Uno de los cristales de la ventana del fondo está roto y substituido por un trozo de periódico, roto también.
Al levantarse el telón, Venancia, portera de la casa y mujer de cincuenta años, arregla un poco la habitación. Vecina 1ª, 2ª y 3ª, un vecino y un vendedor dentro.

Vecina 1:
Ayer de la tahona
fuese Antero,
pam, pam, pam, pam,
pam, pam, pam, pam;
y como sólo él
el pan cocía,
pam, pam, pam, pam,
pam, pam, pam, pam.
Lloraba como un niño el panadero,
pam, pam, pam, pam,
pam, pam, pam, pam,
pues todo el mundo a gritos le pedía
pam, pam, pam, pam,
pam, pam, pam, pam.

(Hablado)
¡Seña Pepa!

Vecina 2:
¿Qué ocurre?

Vecina 1:
¿Quiere usted enviarme por la chica un currusco de pan?

Vecina 2:
¿Pero usted se cree que yo tengo joyería?

Vecina 1:
Sí, señora.

Vecina 2:
¿Por qué?

Vecina 1:
Porque antiyer estaba usté diciendo en el patio que tenía usté un marido que era una alhaja.

Vecina 2:
¡Qué chuflona!
(Cantando.)
Banderita, tú eres roja;
banderita, tú eres gualda;
llevas sangre, llevas oro…

(Hablado.)

Vecina 1:
¡Lavandera!

Vecina 3:
No es lavandera; es la banderita.

Vecina 1:
¡Señora, llamo a la seña Clara la lavandera!

Vecina 3:
Perdone el quid pro cuez.

Vecina 1:
No hay de cuez.
(Cantando.)
Rosendo, qué estás haciendo,
porón, pon, pon.
(Dentro, golpes de un martillo sobre madera.)
Rosendo, te estás durmiendo,
porón, pon, pon.

(Hablado.)
Vendedor:
¡Seis cartas por una perra chica! ¡Papel cuché! A perra gorda cuatro cartas con viñetas en la punta, alusivas a Cupido Ciego. El amor en el cuartel. El amor en la Fuente de la Teja. A perra chica. ¿Quién por una diminuta no expresa su amor al ser amado? ¡A perra chica!

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Nº2. El tango del zepelín

(Por la citada puerta entran en escena Casimiro y Serapio, dos líricos pedigüeños, como de cincuenta años, más derrotados que los montenegrinos. Usan gafas negras, traen las guitarras a la bandolera y vienen golpeando el suelo con sus recias garrotas, como si
fueran ciegos. Casimiro ostenta en el pecho un cartelito que dice: «Ciego de un cinematógrafo».)

Casimiro:
El biplano,
el biplano
es un bicho que vuela lo mismo
que vuela un milano.
Y un biplano,
y un biplano
en catorce minutos o menos
cruza un océano.

Serapio:
¡Corre más que el Metropolitano!

Casimiro:
Y en biplano,
y en biplano
si se tercia va usté con su hermano
a ver a su padre que está en Puertollano.
¡Ay, Maroto!
Maroto,
Maroto,
mejor es que vueles
que vayas en moto.
¡Ay, Maroto!
Maroto,
Maroto.
¿Por qué no te aplicas
y te haces piloto?
Porque ser hoy piloto es mejor
que tener una finca en Niu Yor.
Y ha de ser pa un gachó colosal
el verse al nivel de un águila real.
El verse al nivel de un águila real.

Los dos:
Maroto, compra un biplano;
Maroto, que no esté roto,
y ponte al nivel de Urano.
Maroto,
Maroto.


Los chicos:
(Cinco o seis Chicos que han salido un poco antes y burlándose de Casimiro, cantan.)
Maroto, compra un biplano;
Maroto, que no esté roto.
Anda, Maroto, Maroto,
que puedes estar ufano
de transformarte en piloto
pa dirigir un biplano
Anda, Maroto, Maroto,
que de piloto ties facha,
y además cortando el aire
vas a resultar un hacha.
(Los Chicos van haciendo mutis, bailando y burlándose de Casimiro y Serapio).

Un Chico pequeño:
(burlándose de Maroto)
¡Anda, Maroto!

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Nº3. Cuplés de La remolino

(Abre Casimiro la puerta de la izquierda y entra como una centella La remolino, bonitísima criatura de diez y ocho años, bien peinada, bien calzada y envuelta en el clásico mantón. Viene contentísima.)

Remolino:
Leopoldo,
Carolina.
Solos estamos en el jol.
¡Oh! Qué mañana tan divina
y cómo brilla el sol,
el sol.
¿Viste a mi esposo?
Le vi cruzar
con dos amigos el bulevar.
El iba triste.
¡Pobre Dupuy!
Lo sabe todo.
¿Lo sabe?
Güi.
¿Me quieres, Leopoldo?
Te quiero, Carolina,
igual que el golondrino
quiere a la golondrina.
Lo mismo que a la pata
el pato nadador.
Y luego Carolina
se alegra de repente
y coge una sombrilla
(Coge una sombrilla grande, roja y rota, que habrá en escena.)
que hay allí casualmente.
Y canta un numerito
bonito de verdad.

Casimiro y Serapio:
De modo que es bonito.

Remolino:
Una divinidad.

El ama del abate Perillot,
que es una estupendísima mujer,
con una gran sombrilla de tricot
se cubre cuando ya empieza a llover.
Y cuando pasa alguno por su lao,
ella con la sombrilla le hace así,
y entonces el señor, muy intrigao,
se agacha para ver aquella hurí.
Y ella, que es recatada,
le dice al que hace el oso:
¡Caramba, qué monada!,
no sea usté curioso.
Y él se pone debajo
del sombrillón aquél,
y van juntos, muy juntos,
la dama y el doncel.
Un beso.
¿Qué es eso?
¡Caramba, qué tuno!
Señor, qué importuno.
Un beso.
¿Qué es eso?
Ande, que nadie nos ve.
¡Ay, tape usté!

Casimiro y Serapio:
(Haciendo como que tocan las bandurrias; y al cantar, trinando como imitando estos instrumentos.)
¡Ay, mi papaíto,
que esto es verdecito!
He de ir para gozarla
y aplaudir.

Remolino:
Un día iba la esposa de Flover
con un escacharrante paraplí,
y al verla dijo uno: ¡Qué mujer!,
para pasar dos meses en Cluny.
Y se acercó galante a la beldad,
diciéndola que empieza ahora a llover,
si usted me cubre a mí, divinidad,
el más feliz mortal me puede hacer.
Y ella, muy decidida
y con la cara seria,
le dijo: usté ha nacido,
sin duda, en la Siberia.
Porque es usted un fresco.
Y el otro dijo: ¡Sí!,
y se metió debajo
del lindo paraplí.
Un beso,
¿Qué es eso?
¡Caramba, qué tuno!
Señor, qué importuno.
Un beso.
¿Qué es eso?
Ande, que nadie nos ve.
¡Ay, tape usté!

Casimiro y Serapio:
(Haciendo como que tocan las bandurrias; y al cantar, trinando como imitando estos instrumentos.)
¡Ay, mi papaíto,
que esto es verdecito!
He de ir para gozarla
y aplaudir.

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Nº4. Número coral de damnificados

(Entran en fila, golpeando a compás de la música peroles y sartenes, Membrillo, Venancia, Ojeda, Casilda, Robustiano y Suero. Membrillo es un chico de una tienda de ultramarinos. Ojeda y Robustiano, dos cargadores de pellejos. Dan media vuelta por la escena y se quedan rodeando el catre donde está Casimiro. La Remolino les hace señas
para que no golpeen tan fuerte.)

Todos:
El ciento cincuenta y uno
Casimiro revendía,
y al saberlo nos volvimos
todos locos de alegría.
Y era tal nuestro contento
que juzgamos oportuno
irnos a buscar el ciento,
el ciento cincuenta y uno.

Suero:
(Hablado.)
¡De frente! ¡ Media vuelta! ¡Marchen !
Y ahora hay que cantar
una jota bien,
de las de chipén,
de las de fetén
o de bulipén.

Todos:
Casimiro, sal del catre,
que aquí está un orfeón a cantatre.
Y si tú no te levantas,
te quitamos la colcha y las mantas.

Suero:
En el doscientos catorce
jugué con Paco y Andrés:
¿sabéis lo que me cayó?
¡Me cayó el alma a los pies!
Que siempre te toca
la lotetería,
me dice tu boca,
querida María.
Pero tú exageras,
porque eso es muy poco;
el día que quieras,
también yo te toco.

Todos:
Si lo tomas a bien,
yo te toco también.
(Vuelven a bailar alrededor del catre de Casimiro.)
Pa que pudiera casarme
con la chica de Tomás,
su tío Paco me dió
¡ochenta y tres bofetás!
Que siempre, etc., etc.

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