Música: Francisco Alonso y Vicente Quirós. Letra: Eduardo Montesinos
Intérprete: Raquel Meyer
Le vi por la calle,
pasó por mi lado.
Me dijo un requiebro
que fue de mi agrado.
No quise mirarle,
no fuera a azararle.
Él me dijo: «Vida,
si usted me quisiera,
igual que en la gloria
quizas que viviera».
Y yo ruborosa
me puse orgullosa.
Sus ojos en mi
se fijaron con tal fuerza en el mirar,
que entonces sentí
una cosa tan dificil de explicar.
Mas que iba yo hacer,
si enloquece facilmente la mujer,
pero el caso que no tuve reflexión
y le di mi corazon.
Loquita de gozo,
al verme adorada,
sin darme yo cuenta
caí enamorada.
Porque me decía
«por ti moriría».
Sus ojos morunos,
un poco entornados,
quedaban en mi alma
con fuerza clavados.
Y así como loca,
decia mi boca:
«Por Dios mírame,
mírame poquito a poco por favor,
que quiero saber
si es verdad que tu me quieres como yo.
Repite que sí,
que no quieres a ninguna como a mí,
si me dices tú que sí ya veras
que te quiero de verdad.
Un día me dijo,
«Quisiera yo hablarte,
me pasa una cosa
que quiero contarte…»
Y, como callaba,
yo lo adivinaba.
«Escucha tranquila,
escucha serena,
y conste que siento
causarte esa pena.
Tendrás que olvidarme,
pues voy a casarme.»
Entonces fijé
yo mis ojos en los suyos, que bajó,
y aunque me callé,
la amargura de mi alma comprendió.
Pero hoy, al pensar
que sus ojos a otra puedan mirar,
dolorida por la pena y la emoción
se me parte el corazón.