Anécdotas
“..¡de toros ni idea!”
El maestro Alonso se encontraba en los toros una tarde y como suele ser normal en las corridas, comentaba y criticaba en voz alta los lances de la lidia. Le escuchaban los espectadores que le rodeaban entre los que se encontraba un aficionado que desde el principio le había reconocido, lo cual no era extraño dada su gran popularidad en aquel Madrid, aún sin televisión ni revistas del corazón. El maestro, aunque le gustaban e inspiraban los toros, no era un entendido, y tanto criticaba, y se equivocaba, que el aficionado se volvió y le espetó: “¡Maestro, de música bien…, pero de toros ni idea!”
“Vale por un pasodoble”
En cierta ocasión en la plaza de toros de Madrid se encontraba el maestro Alonso ocupando una localidad de barrera. Toreaba Nicanor Villalta que le reconoció entre el público y le brindó uno de sus toros “¡Va por Usted maestro!” dijo lanzándole la montera. El maestro al acabar la faena, que fue buena, se la devolvió con una nota dentro en la que había escrito: “Vale por un pasodoble”.
Y así fue, el maestro Alonso le compuso un pasodoble muy garboso llamado “El Maño Torero”.
¡Por la puerta grande!
El maestro Alonso no era hombre arrojado que disfrutase poniéndose delante de un toro o una vaquilla en festivales benéficos, en los que solían participar figuras conocidas. Sin embargo en cierta ocasión fue sacado a hombros por la puerta grande como el mejor de los toreros tras una tarde triunfal.
Sucedió en la plaza de toros de Alicante en las fiestas de San Juan. Acababa de componer un pasodoble que había gustado mucho llamado “La Festa del Poble” y que interpretaban las muchas bandas de la región.
Se organizó en la plaza de toros un concurso de bandas que reunió a 36 bandas y cerca de 1.500 músicos. Al final, el maestro Alonso dirigió el pasodoble que tocaban todas las bandas al unísono repitiéndolo una y otra vez, ya que el público no se cansaba de oírlo con la belleza y majestuosidad que adquiría en tan impresionante interpretación. Al final, en medio de un gran entusiasmo, todos, músicos, público.., le cogieron en hombros, le dieron dos vueltas al ruedo en medio de una gran ovación y … le sacaron por la puerta grande.
Malos augurios para La Calesera
Trabajaban una tarde el maestro Alonso y el libretista Emilio González del Castillo sobre la partitura de la zarzuela “La Calesera”. Este último, sin darse cuenta, volcó el tintero sobre la partitura. El maestro, con la superstición propia del artista y del andaluz, quedó aterrado: ¡Tinta sobre la obra que está a punto de estrenarse! El maestro, sin perder un minuto, aplica el remedio pertinente: echar agua a la calle para conjurar el inminente desastre.
Arrojó un jarro de agua a la calle Recoletos de Madrid, donde vivía en aquella época. A los pocos minutos sonó el timbre, ya está el guardia en casa: “Esta no es hora de regar los tiestos, y menos con cubos de agua”. Reconoce al maestro Alonso y es informado de la causa de aquel riego intempestivo. El guardia, también con su vena supersticiosa, lo comprende y lo disculpa: “En su caso yo hubiera hecho lo mismo maestro…”.
El remedio fue efectivo. La Calesera tuvo un éxito apoteósico: el día del estreno (12 de diciembre de 1925) se repitió entera, el pasacalle de “Los Chisperos” mereció hasta cinco bises, acabando la representación a las 2 de la mañana, y el maestro Alonso fue llevado a hombros del teatro a su casa.
La popularidad
La popularidad del maestro Alonso era muy grande y le escribían numerosas cartas sus paisanos y admiradores. Sabedores de que se había hecho una casa de verano en El Escorial, en la sierra, a 50 Km de Madrid, pero ignorando las señas, el Maestro recibe allí una carta con este verso como toda dirección:
“Maestro Francisco Alonso,
Es un músico genial
que vive en El Escorial:
Búsquele señor cartero.”
El oído de la jaca del maestro
En su juventud, siendo precoz director desde los 16 años de la banda de música de la fábrica de pólvoras de El Fargue de Granada, subía todas las tardes en una jaca negra llamada Diamante a dicha fábrica para llevar a cabo los ensayos. Gustaba de detenerse en el almacén de juguetes de su gran amigo Juan, Juanico, Casares en la plaza de Bibarrambla. Salía Juan de la tienda y charlaban un rato.
Una de esas tardes en la que Juanico está muy atareado y no sale de la tienda, el joven compositor tuvo la ocurrencia de entrar con su jaca en la juguetería y a punto estuvieron de venirse abajo juguetes y chucherías. Apaciguó a su amigo: “Tranquilo Juan, la jaca no es nerviosa”. Charlan un rato, y admirado Juan por el buen comportamiento del animal le ofrece unos terrones de azúcar. Diamante los olfatea pero no los prueba. “¿Pero es que no le gusta el azúcar?”. Claro que si -responde Francisco Alonso- pero como jaca que es del director de una banda de música no come si no escucha alguna música”. Juan Casares lo pone a prueba: busca un acordeón con el que toca unos compases. Diamante inmediatamente se come el azúcar ante en asombro del juguetero.
Juan Casares, gran amigo del compositor, que se presentaba, incluso en sus tarjetas de visita, como “Cónsul alonsista en Granada” contó esta anécdota años mas tarde en un banquete-homenaje al maestro Alonso en el Círculo de Empresarios de Granada tras el estreno de la zarzuela La Calesera.
Los estrenos y la familia
Tiene el maestro Alonso poco más de 30 años. Es novio de Julia de la Joya, una joven fina y guapa, almeriense de Berja, con la que se casará. Julia está en Madrid con sus padres, ha venido a ver a su novio. El maestro va a estrenar Federico el Grande, una zarzuela. Invita, como no, a su novia y a sus futuros suegros. Él, como siempre está al frente de la orquesta. La obra no gusta y acaba en un estrepitoso pateo, probablemente el único que oyó en su vida en una obra suya. La amargura el compositor es doble: el fracaso de la obra y el que haya tenido lugar ante su novia.
Desde entonces, en recuerdo del mal rato y con un punto de superstición, adopta una norma que no romperá en toda su vida: jamás llevará a un estreno a su familia. También con el tiempo acostumbra a dar nombre femenino a sus obras y efectivamente son éstas las que le dan los grandes éxitos.
Entusiasmo valenciano
Ocurrió el estreno en Valencia de la revista Las de los ojos en blanco. Venía precedida de un gran éxito en Madrid (estrenada el 31 de octubre de 1934 en el teatro Martín.) En Valencia fue también un gran éxito y el pasodoble “Horchatera valenciana” gustó muy especialmente y fue repetido hasta tres veces. En una de las salidas y entradas de estas repeticiones el maestro Alonso encontró en el lugar de su atril… ¡un naranjo entero con sus raíces y sus naranjas!
El Palmar, en la Albufera valenciana
Sucedió en Valencia donde el maestro Alonso era muy querido. Una tarde le invitaron a pasear en barca por la Albufera. El día era algo tenebroso, con nubes negras, cerrado y oscuro. Montaron en las barcas características de la Albufera, largas, casi negras, de fondo plano e impulsadas por una pértiga.
En el fondo de la barca todavía se removían una anguilas recién pescadas que producen una desagradable y casi tétrica sensación al maestro. Los campesinos de la Albufera, con sus blusones típicos de color negro, accionaban la pértiga en silencio, en ese silencio impresionante que solo reina en la Albufera. La escena era cuanto menos inquietante. Rompe el silencio el perchero para decir señalando un canal: “Por aquí vamos a Palmar”. Exclama el maestro “¡Eso ya lo estaba yo viendo venir, que íbamos a palmar todos!”