cantable manuelita rosas

Manuelita Rosas
Zarzuela en tres actos
Texto original de Luis Fernández Ardavín 
Música de Francisco Alonso

PERSONAJES Y REPARTO
MANUELITA ROSAS ……………………. PEPITA ROLLÁN
CHONITA ………………………………… CHARITO LEONÍS
RAFAEL MENDOZA …………………… LUIS SAGI-VELA
CHUCHO ……………………………………… ELIO GUZMÁN
EL EMPERAOR ………………………. EDUARDO MARCÉN
GILILLO ………………………………….. MANUEL ALARES
JUAN MANUEL DE ROSAS …………….. CARLOS OLLER

Estrenada el 7 de febrero de 1941 en el Teatro Calderón de Madrid.

ACTO PRIMERO
La Pampa argentina hacia 1840. Tras un telón corto en el que se glosa la figura histórica del libertador Juan Manuel de Rosas, varios personajes de origen español, entre ellos el pintoresco Emperaor, se mezclan con los oriundos de Argentina. El caballero andaluz Rafael Mendoza, que tuvo que dejar España por liberal y que en Argentina tenía una rica herencia, saluda a los congregados. Luego, a solas con Chonita, joven pampera y doncella de Manuelita, confiesa su interés por la protagonista. De pronto, se oye cantar tras una celosía cercana: es Manuelita que pide amparo y protección a la Virgen para su padre, allá donde se encuentre. Hay una escena de galanteo entre Rafael y Manuelita en la que él pide una prueba y ella le entrega un pañuelo rojo. Al irse, Rafael se encuentra con Ramón Maza que, aunque viste uniforme de coronel de las milicias de Rosas es, sin embargo, un unionista infiltrado que lucha contra los federalistas de Rosas y descubre que Rafael está en ese mismo partido. Algo más tarde llega Rosa Fuentes, prima de Manuelita y novia de Ramón que habla con ella acerca de Manuelita, a la que considera una hermana: sus padres eran buenos amigos y ellos se habían criado juntos; ahora, sin embargo, Ramón y Manuelita estaban en partidos contrarios, pero Rosa no lo sabe. Entra en escena Gilillo, pícaro criado de Rafael que habla con Chonita y la corteja.

GILILLO
Levantando así la planta
la figura se levanta.
Y al mover el cuerpo todo
de este modo,
poniendo así el codo
se deja uno ir.

CHONITA
La lección es primorosa
y estoy de ella deseosa.
Pero yo me maravillo
de Gilillo,
pues no es tan sencillo
poderos seguir.

GILILLO
Si te mueves con dulzura
sentirás un no sé qué;
pues a mí se me figura
que te gusta lo que yo sé.

CHONITA
Si me gusta o no me gusta,
eso nunca os lo diré;
mas llevando como vos el movimiento
la lección en un momeno
de seguro aprenderé.

GILILLO
Nadie ha habido que moviera
de ese modo la cadera,
y al mirar tu contoneo,
me mareo.
Bien va ese meneo.
¡Jesús, qué mujer!

CHONITA
¡Pavana! ¡Qué ilusión tan singular!
No me mirés, que me voy a equivocar.

GILILLO
¡Pavana!… Nunca vi placer igual.
Que al bailar de esta manera,
cualisquiera
se sintiera
con miraros, desmayar.

LOS DOS
¡Pavana! ¡Qué ilusión! ¡Qué gran placer!
No hay un baile parecido,
ni lo ha habido,
y el sentido
casi, casi, hace perder.

Manuelita y Ramón hablan del libertador y ella le anuncia que tiene ya la aprobación para casarse con Rosa. Manuelita finge alegría pero, al quedarse sola, llora su decepción porque ella siempre había estado enamorada ocultamente de Ramón.

MANUELITA
Nunca pensé que mi amor
no advertirías jamás,
cuando mis ojos decían,
por más que fingían,
mi anhelo y mi afán.
Siempre engañada viví.
Ahora conozco mi error.
Y he de ocultar todavía,
con falsa alegría,
mi inmenso dolor.
¡Ay de mí! ¡Que al nacer se agotó
el manantial de mi querer!
¡Se ha secado la fuente
y en ella ya no puedo beber!
No me has querido jamás.
Mientras yo me desespero,
sin ver que me muero
con otra te vas.
Pero tú
mi dolor no sabrás,
y ante ti,
mientras viva
risueña y altiva
pasar me verás.
Pero tú
la verdad no has de ver
de mi llanto callado
por verte casado
con otra mujer.
Al final te perdí
tras de tanto esperar,
que otro amor te llevó tras de sí.
¡Ay de mí, que este amor fue fatal!
Soy montaña de nieve
que nadie se atreve
su altura a escalar.
Triste de mí, que te amé
sin esperanza jamás,
y ya nunca podré
un nuevo amor esperar.
He perdido la esperanza
de volver a amar.

Chonita llega con carta de Rosas para su hija: quiere que vaya cuanto antes a su encuentro en Buenos Aires y, como escolta, le envía a su fiel Terrero. Los preparativos del viaje son interrumpidos por Eugenia, una bella mestiza antigua amante de Rosas, que advierte a Manuelita que debe tener cuidado pues se está preparando una conspiración contra el libertador. Entra Rafael y recuerda a Manuelita la escena de la celosía. Ella le pide que se mantenga neutral en la lucha de unionistas y federales, y reclama su pañuelo, pero como él no quiere devolverlo, le da a cambio su corbata celeste de unionista y confiesa que, aunque se había acercado a ella inicialmente para sonsacar secretos de Rosas, ahora está realmente enamorado, se pone el pañuelo rojo y reniega de los unionistas, pero no se da cuenta de que está siendo observado por el Resero, otro espía unionista. El acto concluye con una fiesta.

CHACARERAS Y RESEROS
Manuelita Rosas, la bella pampera,
a quien le debemos mayor gratitud,
la más renombrada del Plata al Perú.
A darle acudimos nuestros parabienes
de todo el contorno con ramas de ombú.

CHONITA
Árboles que vienen de la Pampa entera
a ofreceros fieles y a rendirle honor.
Árboles que amenguan con su sombra fresca
de los pajonales la sed y el rigor,
sobre el llano ardiente que calcina el sol.

MANUELITA
Dadme una rama de ombú. Quiero al besarla sentir
que en el ombú pampeano todos estáis junto a mí.

CHONITA
Dádsela pronto a besar y que a su cálido ardor
ponga su boca en las ramas,
rojas llamas.

MANUELITA
Llamas de fuego y amor.

CHONITA Y CHAC.
Dadle una rama de ombú. Dádsela todas así
y en el ombú pampeano sienta su sangre latir.
Dádsela pronto a besar y que a su cálido ardor
ponga su boca en las ramas,
rojas llamas.

RESEROS 1.
Dadle una rama del árbol sagrado.
Pues ella palpita con fuego y pasión,
temblando de amor,
y las aves llenando su rama,
sus cantos de triunfo cantan.

RESEROS 2.
Dadle una rama del árbol sagrado
pues ella palpita con fuego y pasión,
igual que late el corazón,
y es el árbol del campo argentino
que llevan las aves
cuando alegres cantan.

MANUELITA
¡Llamas de fuego y de amor!

ACTO SEGUNDO
En el camino hacia Buenos Aires, con una caravana de carretas, Rafael siente celos de Terrero que no se aparta de Manuelita. Ramón se interesa por las pretensiones de Rafael sobre Manuelita, luego, Rosa, que ya es su esposa, le dice todo lo que debe al libertador, pero él, aparte, se reafirma como unionista.
Eugenia escucha una conversación de Ramón con el Resero en la que ambos se ponen de acuerdo para matar a Rafael –que al lucir el pañuelo rojo piensan que les va a traicionar– y al propio Rosas.

CHUCHO
Tú me has vuelto la espalda,
mas no me importa.
Ten presente que, al cabo,
la vida es corta.
Y que si hoy me desprecias
de esa manera, de esa manera,
tal vez haya algún día
quien no te quiera.
Tú me has vuelto la espalda,
mas no me importa.
Y pues todo con el tiempo
cambiándose va,
el que hoy ríe y nos desprecia
desprecios tendrá.
En esta vida,
todo se paga.
Lo que tú haces conmigo,
ya habrá, pasando el tiempo,
quien te lo haga.
¡Que en dinero y amores,
todo se paga!…

Tras una fiesta improvisada en el descanso de la caravana, Rafael y Terrero disputan por Manuelita y acaban retándose a duelo. Eugenia avisa entonces a Manuelita de la trama que ha escuchado: Rafael es leal y van a tratar de asesinarle esa misma noche. Llega entonces Juan Manuel de Rosas, pero la alegría general es interrumpida por los gritos del duelo. Rosas se extraña de que uno de los que se baten sea Terrero a quien había confiado la custodia de su hija. Manuelita, por su parte, ordena a los soldados que prendan a Rafael y éste queda completamente sorprendido por ello.

CHUCHO
Bajo la luz
de la Pampa donde nací,
gaucho del sur,
en la Pampa pensé morir.
Porque mi tierra labré
con mi trabajo y mi amor,
y es su llanura infinita
grandeza de Dios.

CORO
Libre y feliz
fue en un tambo del Paraná
donde aprendí
por los campos a cabalgar.
Y cuando el lazo arrojé
sobre la indiada feroz,
nunca la presa elegida fallé
y a mis plantas rodó.

CHUCHO
Pasa el gaucho
y acuden los hombres
a verle pasar.
En el rancho
resuena el galope
del fiero bagüal.
Le espoleo,
se arranca veloz
y yo canto así
bajo el triunfo del sol:
La Pampa, la gran llanura;
en ella nació mi amor,
y al ver toda su hermosura
cantando va el payador.
La llevo dentro del alma;
la lleva mi corazón.
¡Por eso la quiero tanto
y así la canto
con emoción!

MANUELITA
Pamperos de tierra llana,
prosiga la caravana;
que entre cantos y donaires
hay que estar en Buenos Aires
cuando apunte la mañana.

CORO
La Pampa, la gran llanura;
en ella nació mi amor,
y al ver toda su hermosura
cantando va el payador.
La llevo dentro del alma;
la lleva mi corazón.
¡Por eso la quiero tanto
y así la canto
con emoción!
Bajo la luz
de la Pampa donde nací
quiero morir.

El acto prosigue en la prisión del bonaerense Cuartel del Retiro custodiado por los feroces mazorqueros de Rosas a los que se ha unido el Emperaor como sargento. Cuando se van los otros mazorqueros, el Emperaor habla con Gilillo, que decidió acompañar a Rafael en su encierro. Ambos se extrañan de que les traten tan bien en la cárcel, y comentan que Ramón y todos los conjurados han sido descubiertos y están también encerrados.

RAFAEL
En la noche callada
bajo la luna,
ir me dejo al capricho
de mi fortuna,
y encarcelado
canto mis desventuras
de enamorado.
Las bellas ilusiones,
por lo fugaces,
igual que las espumas
son cosa frágil,
y al querer apresarlas
se nos deshacen.
Por prendarme de ti,
¡ay, ingrata mujer!,
a esta cárcel sombría
me mandaste traer.
Las mujeres son mudables
como barcos en el mar,
que varían con el viento
que los hace navegar;
y lo mismo que veletas
van cambiando en el amor
pues según el aire sopla
con él se va su corazón.
Soñador y aventurero
persiguiendo un ideal,
yo iba en pos de tu cariño
como el hierro hacia el imán.
Pero tú me has engañado
cuando yo te quise más.
Las mujeres son mudables
como barcos en el mar.
Como barcos en el mar
que no saben dónde van.

Rafael está sólo y desengañado en su celda cuando Manuelita se presenta para visitar a Ramón que se da por perdido y le pide que rece por su alma.

RAFAEL
¡Virgen de Luján,
–vidalitá–,
por qué en esta cárcel
me encuentro tan triste!
Di tú, virgencita,
–vidalitá–.

MANUELITA
Español que sufres
en la prisión:
de tu cautiverio
te saco yo.
Vengo aquí a calmar tus penas,
recordar quiero tus deseos
y que en tus sueños siempre veas
el feliz recuerdo de ayer.

RAFAEL
Esa voz que parece un sueño
es la voz que sentí aquel día,
cuando alegre y feliz
la escuché tras la celosía.

MANUELITA
Soy la misma a quien tú le dijiste
una tarde cantando tu amor:
«Paloma, mi palomita,
que presa en su palomar
se está muriendo de amores
mientras vuelan las demás,
ser quisiera tan ligero
en los aires al cruzar;
y aun el aire me pudiera,
cuando alegre muera
nunca aventajar .»

RAFAEL
Si yo estoy en libertad
y puedo emprender mi vuelo,
¡venid conmigo, paloma,
que yo os llevaré muy lejos!

MANUELITA
¡Ay, que seguiros quisiera,
y, ay, que no puedo, no puedo!

RAFAEL
Los dos juntitos, y el mundo
a nuestros pies por entero.
¡Venid conmigo, paloma!

MANUELITA
¡Ay, que seguiros quisiera,
y, ay, que no puedo, no puedo!

RAFAEL
Paloma, mi palomita,
qué pena veros me da
con tanto peso en las alas
para volar… Qué pena,
que ella siendo tan ligera
no podía el vuelo alzar.
Ven conmigo, palomita,
y sobre mis alas
échate a volar.

LOS DOS
Paloma, soy/mi palomita,
que nunca podré/podrás volar.

Tras despedir a Ramón, Manuelita va a ver a Rafael, a declararle su amor, liberarle y sacarle de la confusión en que se encuentra: ella mandó que le encerraran con el fin de evitar su muerte. Por último, Manuelita le anuncia que en España hay nuevas revueltas y le anima a volver porque, en su situación, su relación no tiene futuro.

ACTO TERCERO
En el Jardín de la Quinta de Palermo, propiedad de Rosas, se celebra una fiesta en honor a Rafael como desagravio por haberle tenido encarcelado. Al fondo, en la distancia, se ve una fragata española con su bandera ondeante. Chonita está dispuesta a acompañar a Gilillo a España, sin saber que éste tiene allí esposa y lo que quiere es arreglar el casamiento de Chonita con el payador Chucho, quien –desde hace mucho tiempo– está enamorado de ella. El Emperaor ahora es un elegante lacayo de los Rosas. Entra Manuelita rodeada por un grupo de caballeros que la galantean y, cuando se marchan, aparece Rosa para pedir el favor de Manuelita para el indulto de su esposo Ramón condenado a muerte.
Cuando llega Rosas, ambas se aprestan a implorar el perdón y él concede una última entrevista a Ramón. Después, Rafael y Terrero se reconcilian y éste deja vía libre a la relación de Rafael con Manuelita. Pero Rafael ya ha decidido volver a España y se lo comunica a Manuelita que está de acuerdo.

RAFAEL
¡Manuelita!… Al fin a solas,
hablaros puedo en la fiesta.
¿Qué me obliga a marcharme?
¡Mucho! El saber que en mi tierra
hay motines y algaradas
que de nuevo la ensangrientan,
y el haber visto, al mirar
los palos de esa goleta,
la insignia de dos colores
que está tremolando en ella.
¡Ven!, parecía decirme.
¡Ven pronto, España te espera!
¡Necesita de ti! ¡Corre!
¿Qué haces ya? ¿Por qué lo piensas?
No sé qué extraña emoción
de pronto me estremeciera;
pero al mirar su bandera,
que es mi enseña nacional,
me hinqué de hinojos, igual
que si en un templo estuviera.
¡Era la llama inmortal
que a un mundo entero dio luz,
llevando, entre halos de sol,
con cada pecho español
una espada y una cruz!
Por donde fue, dejó amigos,
y cuando altiva tremola,
muestra el color de los trigos
y el de la sangre española.
Esta sangre que vertida
en su honor, mil veces fue,
y aquellos trigos en que
Santa Teresa halló vida
y el Cid echó a tierra pie.
La que, gualda y encarnada,
fue, vocera de un Imperio,
del uno al otro hemisferio
conocida y respetada.
¡La que entre manos seguras,
valerosas y altaneras
supo asaltar las trincheras
y coronar las alturas!
La que al héroe temerario
que en el combate cayó,
al expirar le sirvió
de consuelo y de sudario.
¡La alegre y la triunfadora
que, pues nunca se oscurece,
en su amarillo amanece
con su luz deslumbradora
y al mirarla nos parece
que está apuntando la aurora!
¡La aurora a que nada empaña!
¡Noble insignia!… ¡Airón señero!
¡Quien no la lleve en su entraña,
no es, si ha nacido en España,
ni español ni caballero!
¡Yo así la adoro!… Y espero
para ofrendarla mi vida
con entusiasmo y con fe,
no a que España me la pida,
sino a que en peligro esté.
Hoy, lo está. Parto por eso.
Pues me necesita, voy.
Y aunque aquí de amor estoy,
voluntariamente, preso,
peligra España y me espera.
¡Por eso, al ver su bandera,
que es mi enseña nacional,
me hinqué de hinojos, igual
que si en un templo estuviera!

Rosas, que ha escuchado los exaltados y patrióticos argumentos de Rafael, le felicita por su decisión. Al despedirse definitivamente Rafael, Cuitiño,un mensajero enviado por Rosas para detener la ejecución de Ramón y concederle una nueva entrevista, le comunica que llegó tarde y que la sentencia se había cumplido.