La mejor del puerto

La mejor del puerto (1928)

Género: Sainete andaluz en dos actos.
Texto: Luis Fernández de Sevilla y Anselmo Cuadrado Carrero.
Música: Francisco Alonso.
Estreno: 1 de septiembre de 1928, en el Teatro Novedades, de Madrid.
Intérpretes del estreno: Paquita Morante (Amparo), Rosita Cadenas (Socorro), Olvido Rodríguez (Cabo de mar), Pilar Perales (Isabel), Carmen Losada (Señá Romana), Lino Rodríguez (Compadre Salvador), Sr. Alarias (Sanguijuela), Rafael María Labra (San Pascual), Sr. Frontera (Fernando Carmona), Manuel Alares Martín (Chuli), Agustín Pedrote (Señor Miguel), Mariano Sevilla (El gaucho). Director artístico: Lino Rodríguez
. Directores de orquesta: Cayo Vela y Enrique Bru.

Sinopsis: La mejor del puerto es una goleta llamada «Serapia», en la que el Compadre Salvador hace una pequeña fortuna luchando contra el mar y venciendo las contingencias de la vida como se le ocurre.

El primer acto discurre en el interior de una cacharrería en el barrio de la Feria, de Sevilla. El dueño del establecimiento es el señor Miguel, un tumbón que no estornuda por no gastar energías. Su único mérito es ser padre de Amparo y de Socorrito, dos mocitas como dos rosas tempranas. Amparito viste luto por un novio que tuvo, a quien mataron una noche al pie de su reja; Socorrito no tiene novio, pero sí muchas ganas de tenerlo.
Al levantarse el telón, Amparo limpia la jaula a un pájaro y Socorrito cuida los cacharros que hay ante la puerta. Chuti es el criado de Fernando Carmona. Éste anda enamorado de la viudita –que así llaman en el barrio a Amparito– y no logra que la muchacha le preste oído. Entonces recurre a Chuti para que le sirva de intermediario. Chuti ronda la cacharrería y Socorrito cree que lo hace por ella. Chuti entra en escena con gran dificultad debido a la estrechez de los zapatos que viene estrenando. El compadre Salvador es el propietario de una goleta, con la que –según él– “ha recorrío tó los hemisferio acuático”. Ha pasado varios años fuera de Sevilla y viene a ver a su compadre, señor Miguel. Dándose aires de almirante, cuenta a la familia sus aventuras de viaje, mintiendo tanto como puede. Fernando Carmona, para lograr ver y hablar a Amparo, mete su caballo entre la loza del puesto. Grita Socorrito, se escandaliza Amparo, y Fernando logra quedar a solas un momento con la viudita, a quien habla de sus amores.
El señor Miguel tiene una deuda de dos mil pesetas con Sanguijuela, el usurero. Este, que utiliza como cobrador de sus negocios al matón San Pascual, se presenta a reclamar el cumplimiento del pagaré. La familia y el compadre Salvador, que se hallan en escena, reciben a Sanguijuela con agresividad; van a lincharle, y en este momento aparece en el foro el temible matón, quien hace cambiar las amenazas en halagos para el usurero.


En el primer cuadro del segundo acto estamos a bordo de “La Serapia”, la goleta del compadre Salvador. En ella viene escondido desde América Martín el gaucho, que se vio perseguido por cuestiones políticas. Una mujer le traicionó y tuvo que huir para salvar la vida. Martín cuenta a los visitantes del barco el motivo de su pena. Para obsequiar a sus invitados, el compadre Salvador hace evolucionar ante ellos a su nutrida marinería, pero luego se saca en claro que dichos marineros son segundas tiples del Teatro del Duque, a las que ha contratado para darse tono haciendo creer que tiene la tripulación de una escuadra o poco menos. Tras el desfile entra en escena un grupo de bailarinas gitanas, que también están contratadas para que alegren la fiesta con unas castizas bulerías. Termina el cuadro con la presencia del usurero Sanguijuela y de San Pascual, su cobrador, que vienen a reclamar al señor Miguel y al compadre Salvador la deuda. Sanguijuela se ve obligado a saltar por la borda en busca de la lancha en la que vino, pero San Pascual, que quiere vengar cierto agravio, ha quitado la lancha y Sanguijuela cae al río.

El cuadro segundo toma lugar en una plazuela sevillana. A la derecha está la cacharrería del señor Miguel. A la izquierda hay una taberna. Fernando y Chuti vuelven a la carga con Amparo y Socorrito, respectivamente; la primera da a Fernando con la ventana en las narices; la segunda, está encantada con su novio. Sanguijuela, que está locamente enamorado de la señá Romana, la hermana del señor Miguel, ha sido atendido por ésta en la pulmonía que cogió como consecuencia del remojón en el río. Esto le ha ablandado el corazón y confiesa a la señá Romana su cariño, proponiéndola casamiento. La señá Romana le pone como condición que renuncie a cobrar los pagarés que tiene firmados por la gente pobre del barrio. Sanguijuela se resiste en un principio, pero accede al fin y la señá Romana llama a los vecinos y reparte los pagarés. Sanguijuela es llevado en hombros por sus deudores. Llega el compadre Salvador con sus marineros, a los que viene dando lecciones de andar con flamenquería.

Fernando logra al fin –valiéndose de una superchería– conquistar el cariño de Amparo, y pela la pava con ella por la reja. El compadre Salvador, que hace la corte a la viudita, piensa que la ha conquistado juzgando por los informes que le da su compadre. Va derecho a la reja, creyendo que le espera la mocita y se la encuentra en amoroso coloquio con el chalán. Vuelve a escena Sanguijuela, en brazos de los vecinos y seguido de una multitud que le aclama. Chuti se amartela con Socorrito, Sanguijuela con la señá Romana, Amparo con su galán, y cuando el compadre Salvador se lamenta de no encontrar pareja, ve aproximarse a él –en actitud amenazadora– al matón San Pascual, a quien engañó entregándole una sortija falsa en pago de cierta deuda. El compadre exclama, con más miedo que vergüenza: –“Ya sé con quién voy a hasé pareja: con este.”

De la obra, dedicada a los hermanos Álvarez Quintero, se dijo que era «blanca» y que podían verla todos los miembros de una familia. Tuvo mucho éxito tanto en Madrid como en otras ciudades.

Música fácil, cercana a la zarzuela, contiene algunos números que fueron especialmente aplaudidos el día del estreno: un dueto cómico, que son unas sevillanas en tiempo de charlestón, un chotis, al que un periódico de Sevilla calificó de «británico», un tango gaucho, el pasodoble de los marineritos y unas bulerías, todos en el segundo acto.

La mejor del puerto está unida a un luctuoso suceso de la historia madrileña: el famoso incendio del Teatro Novedades, local que estaba en el número 83 de la calle de Toledo. El domingo 23 de septiembre de 1928, durante la representación de las seis y media, en la que se encontraba el teatro casi lleno, durante el entrecuadro del segundo acto, aproximadamente a las nueve menos cinco de la noche, ocurrió algo inesperado: al montarse en la escena una guirnalda de farolillos y banderolas luminosas, se produjo un  pequeño cortocircuito que prendió la decoración.
El jefe de los tramoyistas, al ver que ardía el telar, ordenó descolgarlo para que fuese apagado, pero la orden fue entendida al revés y este subió. En unos instantes comenzaron a extenderse las llamas al resto de decorados tendidos en el telar. Los propios actores, la Srta. Morante y el Sr. Frontera, protagonistas de la obra, subieron rápidamente a los cuartos de actores para dar la voz de alarma. En unos instantes todo el decorado estaba ardiendo. El servicio y actores salieron apresuradamente a la calle posterior de Santa Ana, algunos de ellos salvando sus pertenencias. Al abrirse las puertas posteriores el fuego se avivó aún más, comenzando arder con gran fuerza, fue entonces cuando los espectadores comenzaron a percatarse del siniestro, no dio tiempo a nada, el telón comenzó a arder rapidísimamente y con una fuerte bocanada de aire se levantó inundando de llamas la embocadura. En este momento fue cuando comenzó el verdadero suceso, la gente huyó despavorida hacia las salidas, saltando por encima de las butacas sin respetar orden ni concierto, ni niños ni mujeres tenían preferencia. Hubo un centenar de muertos y más de 150 heridos.