La rumbosa partituras

Chotis – Caye, caye, cayetana (nº2)

 

Pepe y don Lope:
¿Se puede entrar en el Edén?
¿Se puede hablar o no está bien?

Ardilla, Pepe y don Lope:
¿Se puede entrar
o hay que aguantarse, corazón,
y aquí morir de insolación?

Cayetana:
Se puede entrar
con precaución,
pa no salir
de un empujón.
Hay que estimar,
hay que emplear
educación
y urbanidad.

Los tres:
Dicen que aquí “la Rumbosa”
vive como una princesa.
Dicen que mata de hermosa
y es desdeñosa y no sabe amar.

Cayetana:
Dejen que digan, que digan,
nada me importan las gentes
puesto que a nada me obligan.
Yo vivo feliz y me río la mar.

Pepe y don Lope:
Una flor como su cara
se debe cuidar.
Y tener un jardinero
que sepa estimar.

Cayetana:
Sin jardinero he vivido
en el jardín de mi hogar;
alegremente he crecido
y nadie ha podido
mis hojas besar.

Los tres:
Caye, Caye, Cayetana,
de esta calle lo mejor.
Calle, calle, que es manzana
del manzano del amor.
Hay tres hombres que se mueren de tanto querer.
Diga usted a quién prefiere,
que puede escoger.

Cayetana:
Caye, Caye, Cayetana,
se sonríe de los tres.

Pepe:
Cayetana, no sea usté esquiva.

Cayetana:
Tengo yo muchos quehaceres

Ardilla:
Es muy dura de pelar.

Cayetana:
Pa ocuparme del amor.

Don Lope:
Están verdes, sí señor.

Cayetana:
No me vengan con quereres

Pepe:
No se cuadra pa matar.

Cayetana:
Que sin novio estoy mejor.

Los tres:
¡Vaya plancha superior!
Debe de hablarse así
aunque padezca nuestra ilusión.

Cayetana:
Que las redes me han tendido,

Los tres:
Porque es peor sufrir equivocación.

Cayetana:
No se deja pescar en esa red.

Los tres:
Sin embargo, piénselo esta noche,
por si hubiera cambiao
de opinión.

Cayetana:
Servidora da siempre la hora
sin peligro de variación.

Don Lope:
Cayetana, “la Rumbosa”
no ha nacido para esposa.
Va a tener que profesar sin dudar.

Pepe:
Cayetana, “la Rumbosa”
no es la linda mariposa
que se deja marear y cazar.

Cayetana:
Cayetana “la Rumbosa”
no querrá nunca otra cosa
que reír y trabajar y cantar.

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Romanza de Antonio (nº3)

Antonio:
Si es un chaval el cariño,
no es extraño mi temor,
que ha de tener miedo un niño,
de sufrir un gran dolor.
Eres chiquilla orgullosa
del amor si es mujer,
ese nombre de Rumbosa,
no lo sabes merecer.
Si saliera ahora
yo así le diría:
Yo no vengo a llorarte,
vengo a exigirte,
porque tú necesitas
quien te domine.
Porque tú necesitas,
chiquilla preciosa,
quien sepa sembrar
en tu pecho la semilla
venenosa del querer. Ah!
Ella no sabe cómo la quiero
ella no sabe que sufro y muero
Sigo sus pasos igual
que una alondra buscando balcón pa anidar
Luz de mis ojos que ciega,
ilumina y me hace llorar.
Ella no sabe lo que la temo.
Ella no sabe que al verla tiemblo, bebo su risa,
me asusta su enfado
y haría mi herida mayor,
si ella se burla.
Si soy desgraciado me mata el dolor.
Mira, Rumbosa, que yo te quiero,
como ninguno sabe querer.
Calma con besos, mi padecer.

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Pavana – En la corte brillarás (nº4)

Sócrates:
Podéis brillar los dos
en la alta sociedad.

Sebas:
Adiós, condesa, adiós

Maria Ignacia:
¿Qué tal, barón, qué tal? ¿Qué tal?

Sócrates:
Y yo que sé bullir,
y yo que sé tratar.
Y no es por presumir,
os puedo introducir,
y os puedo presentar.
Don Eduardo Ayala.

Maria Ignacia:
¡Señor mío!

Sócrates:
Castelar y Becerra,

Maria Ignacia:
¡Qué postín!

Sócrates:
El general O’Donnell

Sebas:
¡Oh qué tío!

Sócrates:
Y aquí Prat, y aquí Mon, y aquí Prim.

Sebas:
Y tú, orgullosa,
no te aceleres.
¡Tú eres la esposa
de Sebas Pérez!
¡De aquél que a Talma supo emular!

Maria Ignacia:
¡Sebas del alma, que loco estás!

Sebas:
En la Corte brillarás
y te lucirás
como piedra fina,
diamantina.
Triunfarás
de palatina guapa

Maria Ignacia:
En la Corte lograrás
gran notoriedad

Sócrates:
Y con las marquesas
a las prendas jugarás.

Maria Ignacia:
¡Mira, mira, qué felicidad!

Sócrates:
Debéis los dos cuidar
la buena educación
y no debéis gritar
si os dan un fuerte pisotón.
Doblarse siempre así,
en rápida flexión
y no vale decir,
aunque os sintáis morir
“¡Me duele este riñón!”
¡El gran González Bravo!

Maria Ignacia:
¡Caballero!

Sócrates:
¡El general Pezuela!

Maria Ignacia:
¡Tanto honor!

Sócrates:
El Tato y Bocanegra.

Sebas:
¡Qué toreros!

Sócrates:
Y aquí Prim, y aquí Prat, y aquí Mon.

Maria Ignacia:
¡Oh, señor Conde, vaya pechera!

Sebas:
Me la ha planchado mi cocinera,
Mistre Facunda, que es londinera.

Maria Ignacia:
¡Por Dios, qué loco!, ¡Qué loco estás!

Sebas:
En la Corte brillarás y te lucirás
como piedra fina, diamantina.
Triunfarás de palatina, Guapa.

Maria Ignacia:
En la Corte lograrás gran notoriedad.

Sócrates:
Y con las marquesas a las prendas jugarás.

Maria Ignacia:
¡Mira, mira, qué felicidad!
María Ignacio y Sebas.
Entre nobles viviré
y conspiraré.
Y con los más gordos,
en carroza,
pasearé.
Piénselo, piénselo bien su merced.

Sócrates, sebas y Maria Ignacia:
Su merced.

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Romanza de Cayetana (nº5)

Cayetana:
Del pueblo humilde he nacido,
nadie a quererle me enseña,
que siempre a orgullo he tenido
ser chulapa y madrileña.
Llevo en mi sangre bravía,
soy nieta de Malasaña,
y dio luz al alma mía
el sol ardiente de España.
Gano mi vida luchando,
a nadie le debo yo ná,
y no obedezco ni mando
ni quiero mandar. ¡Ah!.
Y si soy como digo,
no sé por qué
he de odiar a la reina
Doña Isabel.
No hay razón para odiar
ni querer conspirar,
que ella puso en su pueblo
sus amores y no puedo yo
pagarle con rencores.
Y si soy como digo,
no sé por qué
no he de ser de la reina
Doña Isabel.
Sobre mi frente he sentido,
de su caricia el consuelo,
y por mi sangre ha teñido
la blonda de su pañuelo.
Y esa bondad que ha brotado
del fondo de sus entrañas,
ha sido un beso que ha dado
con amor a sus Españas.
Vale más la isabelina
que suele la gente pintar,
sabe llevar su corona,
merece reinar. ¡Ah!
Y si soy como digo,
no sé por qué
he de odiar
a la reina Doña Isabel.
Defenderla juré
y cumplirlo sabré,
porque sé despreciar murmuraciones
y agradezco de por vida los favores.
Y si soy como digo,
no sé por qué
he de odiar
a la reina Doña Isabel.

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Dúo Cayetana y Antonio (Nº6)

Antonio:
Soy capaz de una locura
si me veo despreciao,
que me ciega su hermosura
y ya estoy desesperao.
No me aparte de su lao,
no me robe mi ventura
que al sentirme desgraciao
soy capaz…. Soy capaz
de una locura.

Cayetana:
Usté se ha equivocao,
Curro el Templao,
no sueñe usté
A mí ni amenazando,
ni suplicando,
me ha de vencer.
No viva usté en las nubes.

Antonio:
Del cielo no caí.
Mujer, que supo encender
un fuego en mi corazón,
¿por qué no cura?
¿Por qué el mal de mi desesperación?

Cayetana:
Curar, no puedo curar,
el fuego de su querer,
que yo no quise su padecer
ni debe sufrir por mí,
y menos sentir.

Antonio:
Usté no merece
tan grande querer.

Cayetana:
Si no lo merezco,
¿pa qué sigue usté?

Antonio:
La mujer de mi ilusión
es mujer de calidá,
sin postín, ni presunción,
sin vanidá, sin falsedá.
Que me entregue su querer
sin hacerse suplicá
y me sepa comprender,
sin vacilá. Mujer
que quiera de verdá.

Cayetana:
El galán que quiera yo
ha de ser hombre formal
y tener un corazón
que sepa amar con sinceridá.
Que me aprecie en mi valer,
que no me engañe jamás,
que me sepa defender,
tratar con mimos,
y ese hombre no es usté.
¿Lo puede comprender?

Antonio:
Su orgullo le ciega.
Usté se quiere burlar.

Cayetana:
Mi amor no se entrega
si no lo saben ganar.

Antonio:
Yo lo ganaré.

(Ambos a dúo)
Antonio:
Yo sabré luchar.

Cayetana:
No podrá jamás. ¡Ah!.

Antonio:
La mujer de mi ilusión

Cayetana:
El galán de mi ilusión

Antonio:
es mujer de calidá,

Cayetana:
ha de ser de calidá,

Los dos:
sin postín, ni presunción,
sin vanidá, ni falsedá.

Cayetana:
Que me aprecie en mi valer,

Antonio:
Ese orgullo he de vencer.

(Ambos a dúo.)
Cayetana:
que no me engañe jamás,

Antonio:
Que yo su querer no he de olvidar

Cayetana:
que me sepa defender, tratar con mimos,

Antonio:
y sabré sufrir con fe,

Cayetana:
y ese hombre no es usté.

Antonio:
sin desmayar.

Cayetana:
¿Lo puede comprender?

Antonio:
Pronto se ha de convencer

Cayetana:
Yo, para usté,

Antonio:
de que pa mí

Cayetana:
nunca he de ser.

Antonio:
tiene que ser.

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No me llores cortijera (nº8)

Antonio:
Por la Sierra Cordobesa,
bajo un sol que hierve er campo,
en su jaca Presumía
marcha al trote Pepe er Chano
y con él una mosita,
más bonita que un milagro.
Y no le yeva a la grupa,
que le yeva entre sus brazos.
Ella forsejea y yora;
él la oprime sin reparo
y trata de convenserla
y dé calma su arrebato.
¡Ah!, cortijera.
No me yores cortijera
que no intento nada malo,
que te yevo por cariño
pues tu queré me negaron.
Cortijera, no has de ser
de ningún hombre
mientras viva Pepe er Chano.
No me yores cortijera,
que no intento nada malo.
Y responde la mosita
su coraje dominando:

Cayetana:
¡Qué locura!
¿No comprendes tu locura?
Tú te pierdes y me pierdes.
¿Por qué a la fuerza me robas
si ya mi querer lo tienes?
¡Qué locura. ¡Qué ceguera!.
¿Tú no ves que te persiguen?
¿No ves que van a prenderte?
¿No comprendes tu locura?
Tú te pierdes y me pierdes.

Antonio:
No tengas miedo serrana,
que nadie podrá encontrarnos
que tengo en Sierra Morena
un escondido palacio.
Entre jaras y romero,
desde la cumbre al barranco,
no existe en la serranía
quien no tema a Pepe er Chano.

Cayetana:
No te quiero por tu fama,
no te quiero por valiente,
que me atrajo tu desgracia
y me dio pena tu suerte.
¡Ah!, Pepe er Chano.
Vas a hacer que me arrepienta
de soñá con tus quereres.
¡Bájame de tu caballo!

Antonio:
Antes prefiero la muerte.
Y hubo palabras amargas,
y hubo una lucha de brazos,
y hubo el chasquido de un beso

Cayetana:
que se fundió en un disparo
y en mitad del pecho,
herido cayó el mozo del caballo.

Antonio:
El la miró sonriendo,

Cayetana:
ella con ojos de espanto.
¿Qué he hecho yo
Virgen del Carmen?
¡Por un beso te he matado!

Antonio:
Cobras lo justo, chiquiya:
Lo que es bueno cuesta caro.
Y el sol se ocultó entre nubes

Cayetana:
pa llorar a Pepe er Chano.
El romance terminó.

Antonio:
con la muerte de un amor.

Los dos:
En la sierra se tornó canción.

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